Por más de dos años trabajamos en conjunto con Carolina Lasso y Dionisio Varela, en la concepción y materialización de un espacio para las artes en nuestra ciudad. Una casa en el Vallano fue concebida como un taller abierto de carácter experimental que permitiese el encuentro creativo, el intercambio entre personas, el desarrollo de diferentes procesos artísticos y el contacto entre dichos procesos y la comunidad. Queríamos consolidarla como plataforma para la investigación, la reflexión y la producción artística local, abrir un espacio que albergara los procesos de creación y que posibilitara el quehacer, más allá de servir como receptáculo de exhibición de productos artísticos.

Estaba ubicada en el barrio San Nicolás, conocido popularmente como el barrio del papel, lugar por excelencia de la imprenta y la industria gráfica en Cali, donde se produce gran cantidad de imágenes y textos que circulan en la cultura visual del caleño, pero que no cuenta con espacios para la producción y difusión de contenidos alternativos en el ámbito cultural y artístico. Lo que se conoce hoy como el popular barrio San Nicolás, fue en los inicios de Cali la zona del Vallano, lugar de residencia de obrerxs y empleadxs, es decir de aquella porción de la población que representa la mano de obra, de lxs que ejecutan los oficios, de quienes usan las manos para hacer cosas.

Dionisio Varela es propietario de un valioso acervo editorial y bibliográfico que abarca distintos campos de conocimiento como la filosofía, la política, la economía, la historia local y las artes, acervo que deseamos catalogar y abrir al público, así pues, adecuamos el espacio con nuestras manos y reciclando mobiliario que encontrábamos en la calle o que nos fue donado generosamente por algunas personas interesadas. Trabajamos en un plan de financiamiento que incluyó la participación en varias convocatorias públicas por recursos ninguna de las cuales obtuvimos, así como en otras estrategias que iban desde fiestas y ferias de publicaciones hasta la búsqueda de alianzas estratégicas y donaciones…. a raíz de lo cual logramos obtener un primer plante para arrancar.

Como parte de las acciones de apertura de la casa, diseñamos una programación pedagógica que abarcaba algunos espacios de quehacer manual, charlas y conversatorios con agentes de las artes. Por aquellos días tuvieron lugar una sesión de dibujo colectiva en torno al dinero y un conversatorio sobre las becas locales de creaciòn BLOC. Durante la apertura de la primera charla y muestra de arte que ofrecimos cayó un aguacero torrencial que terminó por inundar toda la casa, una estructura de 100 años de antigüedad que necesitaba reparaciones urgentes. Hacia dicho propósito destinamos los fondos que habíamos conseguido pero el proyecto se desintegró una vez terminadas las reparaciones y antes de que pudiéramos reabrir la casa una vez más. 

Así pues, después de dos años de trabajo a puerta cerrada y apenas empezado su apertura, el proyecto ya había muerto por razones inherentes al trabajo colectivo, al desgaste que implica la autogestión y los sacrificios personales que se derivan de ello en un contexto como el nuestro. De esta experiencia seguimos atesorando aprendizajes en torno a la gestión de recursos, al trabajo conjunto a partir de los afectos y las amistades, a partir de las convicciones, desde la precariedad y las adversidades.

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